En Chirgua está Valenzuela, poeta y pintor de lo sencillo
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En Chirgua está Valenzuela, poeta y pintor de lo sencillo

Llegó a Chirgua cuando contaba con dos años de edad, exactamente en el año 1947, proveniente de Guanare, estado Portuguesa, junto con sus padres Daniel Angulo Ortega y Emérita del Carmen Valenzuela. Arturo José, es el mayor de cuatro hermanos.

Comenzó a estudiar en la escuela Paramaconi, de donde egresó por el año 1958. Se traslada a Valencia a proseguir estudios en la Escuela Técnica Industrial, para estudiar Electricidad. Un breve pasaje en Cumaná, para culminar sus estudios, le convencieron que él lo que quería era estudiar en la escuela de pintura, quería sacar bachillerato en humanidades.

Los padres insistían en que debía estudiar “algo que te dé real, algo que te ayude a sacar la pata del barro” por lo que termina graduándose de Perito Electricista y comienza a trabajar en la subestación Michelena, en Valencia, de la extinta Compañía Anónima de Administración y Fomento Eléctrico (Cadafe).

No abandona su idea de estudiar humanidades y se inscribe en el Liceo Nocturno «José Rafael Pocaterra«, que funcionaba en la sede del Liceo Pedro Gual, se gradúa de bachiller en humanidades, para ingresar en la Escuela de Pintura Arturo Michelena donde recibe clases de artistas consagrados como Eulalio Toledo Tovar, Braulio Salazar, Ramón Belisario, entre otros, para obtener el título en Arte Puro.

“Pintar es como tomar un buen vino, hay que degustarlo”.

Anecdótico por demás, en cada conversación le brotan recuerdos que igual lleva a un cuadro o poema.

Su labor docente la inicia en Güigüe, como profesor de Artística, en el Liceo Carlos Arvelo. Fue Promotor Cultural al servicio de la Secretaría de Cultura de la Gobernación del estado Carabobo, dictando clases de dibujo y pintura en la Casa de la Cultura de Chirgua.

Dice convencido, “mi madre parió un poeta, nací poeta». Siempre se ha dedicado a escribir poesía. A la pregunta de cuando comenzó a escribir poesía responde, “La poesía es de toda la vida”. Siendo estudiante de bachillerato comenzó a leer libros de literatura, especialmente poemas de José Joaquín Burgos, su profesor de Literatura. “Con él aprendí muchas cosas. Un día, en medio de unas «cervecitas», quien fuera cronista de la ciudad de Valencia, leyó algo de lo que había escrito. La reacción del ilustre caraqueño fue “aquí hay poesía pareja”.

Otros poetas que también acrecentaron su vena, Pablo Neruda, Andrés Eloy Blanco, José Antonio Ramos Sucre, Eugenio Montejo, Gustavo Pereira. Cuando se le pregunta sobre su particular manera de escribir asegura que es “descarnada y directa”. Siente una preferencia especial por la poesía africana “porque habla de la naturaleza, de la flor, del pájaro, de la novia, de las cosas sencillas” muy parecida a lo que escribe Ramón Palomares, o la montalbanera Tomasa Ochoa Cordero.

“Escribo de lo que veo, de lo que siento, no soy poeta de lo académico, me gusta escribir del entorno, al Bucare, al Araguaney, a la tierra, a la lluvia, a la brisa y a las mujeres bonitas. A estas montañas que rodean Chirgua le he escrito muchas cosas”.

Rememorando su infancia admite que a partir de allí sintió inclinación por la literatura, atribuyéndolo a que, en ese tiempo, residía en Chirgua, el doctor Hoffmann quien tenía una biblioteca, incluso un piano de cola, adonde iba el pequeño Arturo José a deleitarse revisando cuanto libro podía ver, en vista que no había otra cosa con qué jugar. Expresa que hojeaba los libros de atras para adelante, deteniéndose para observar con especial interés dibujos e ilustraciones.

Yo aprendí primero a dibujar y luego a leer”.

Valenzuela le da mucho valor a las vivencias. Es un gran conversador, anecdótico, su verbo fluye con facilidad porque lo vivido forma parte, no solo de sus recuerdos, lo que ocurre a su alrededor y lo impacta, lo plasma en pinturas, dibujos o poema. Asegura que el artista nace, pero también se cultiva y hace. “Uno escribe como es, como vive, como siente, sin posturas”. Reafirmando que eso es lo que le ha permitido escribir crónicas, aun sin publicar, sobre lo que ve o escucha, siempre en primera persona, para registrar lo que vive y experimenta, incluso adueñándose de lo que a otros les pasa.

Siempre tiene a la mona una libreta para pintar

En cada relato, asoma su inclinación enamoradiza, admira las mujeres bellas. Se declara fiel a sus parejas, con la mala suerte que la fidelidad no ha sido reciproca, lo que se tradujo en despecho que desahogaba al lado de una rocola con temas al estilo de los que cantaba, por ejemplo, Julio Jaramillo. Su madre siempre le aconsejó: «busque una muchacha buena, trabajadora, no esté creyendo en bonituras”. Esa mujer llegó cuando ya superaba los treinta años de vida. “No pegamos mucho. Yo no se si sería por el hecho de que ella era del signo Cáncer y yo del signo Piscis, ambos de elemento agua”. Sien embargo, la define como una mujer “excelente en todo” y con quien procreo una hija. La corta duración de las relaciones sentimentales, y luego el despecho, marcan unos hitos importantes en la vida del Poeta Valenzuela, que llegó a afectarle en sus laborales.

Su trabajo literario se encuentra en dos libros, “Reminiscencias” y “Recuerdos del paraíso”.

Escucharlo recitar sus propios poemas y ver la obra pictórica en varios blocs demuestran que la simpleza es un ingrediente que alimenta su inspiración. El pintor se desdobla en poeta, o viceversa. Una frase esplendida lo define.

“Trato de pintar la atmosfera poética. No dibujar con tanta precisión, sino una cosa desdibujada”.

Le gustaría que lo recordaran por su sentido de humor y que en su epitafio se leyera:

“Aquí yace un hombre que siempre estuvo enamorado y en búsqueda de la esperanza y la felicidad”.

Y para rematar, deja una definición del Dalai Lama sobre la felicidad:

“La felicidad consiste en ser bondadoso, afectuoso, jovial y compasivo”.

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